El primer propósito del cerebro es la supervivencia

Atravesamos momentos difíciles; debemos respetar normas de encierro y de conductas preventivas, que causan angustias, nervios, un gran estrés. Hay que adaptarse, hacer lo que se nos permita hacer. Pero estaría bueno que las actividades que desarrollemos no sean solo para hacer sino también para ser.

La función primordial de nuestros cerebros, “la supervivencia”, manteniendo equilibrados parámetros vitales como la presión arterial, el oxígeno, la temperatura corporal, etc. y bloqueando la corteza racional, de ser necesario. Si bien se caracteriza por procesar e interpretar la realidad que percibe a través de los sentidos, se asegura la supervivencia, prediciendo el futuro para sincronizarse con lo que sucede en el presente. Utilizará el conocimiento de experiencias pasadas y predecirá lo que pasará en el futuro inmediato; e inclusive hacernos creer que suceden cosas que en realidad no ocurren.

Tratar de responder a las situaciones de estrés (atacar o huir) genera un conflicto interior pues nuestro sistema emocional emite una respuesta automática que nos guía a la acción pero otra respuesta de nuestra corteza prefrontal inhibe la acción, quedando nuestro cuerpo preparado para algo que no puede hacer; esto genera en las personas sensación de agotamiento, irritabilidad y a menor energía mayor activación de respuestas al estrés y más emocionales se ponen las mismas.

Vivimos en un estado de alerta para responder a diferentes situaciones y esto provoca cierto estrés, que no está mal. Existe un estrés malo, negativo y uno bueno, positivo. Ante la necesidad de controlar el futuro y frente a diversas circunstancias, se generan miedos y nos hacen pasar a un estado de alarma, que no es el deseable pues conduce a la reacción y nos distrae de lo que sucede en el momento presente, no se logra conectar con lo que pasa en la realidad.

Si nos ubicamos en el aula, cierto nivel de estrés es necesario como factor de motivación; pero si es alto el mismo, el cerebro responde impidiendo que se dé el aprendizaje cognitivo, hasta que el nivel de estrés disminuya.

El estrés reduce el flujo sanguíneo hacia la corteza prefrontal, el centro del sentido común y de la toma de decisiones. Por eso al preguntarle a un alumno estresado por la razón de un determinado comportamiento se suele escuchar una respuesta inadecuada.

Al disminuir el nivel de irritabilidad del sistema emocional, al trabajar sobre él, las respuestas al estrés pueden volver a parámetros saludables y así beneficiarnos. Una cuota justa de estrés más adrenalina, brindan la energía necesaria para tener esa sensación de “yo puedo”. Y si las emociones se utilizan al servicio del pensamiento, se podrá razonar más inteligentemente y tomar decisiones más adecuadas.

Pero para comprender las emociones de los demás primero se deben comprender las propias, qué pensamientos generan esas emociones que pueden afectarnos y las consecuencias y reacciones que nos provocan. Esto nos permitirá conectarnos más fácilmente con los otros, empatizar, ser conscientes de sus sentimientos, sus causas e implicaciones personales.

Las técnicas de relajación, la respiración consciente (llevar la atención a la respiración), la risa, la práctica de hobbies, la incorporación de conocimientos pro valores humanos, la acción desinteresada, son algunas herramientas que facilitan la nivelación de nuestro estado emocional con bajo estrés, óptimos para vivir plenamente nuestras emociones. Se experimentará una armonía interior con gran energía, que nos ayudará a convertir problemas en desafíos, no sólo a nivel docente enfatizando la colaboración entre los mismos compartiendo experiencias y materiales, sino también para enriquecer nuestra sociedad, en estos tiempos tan difíciles, que nos tocan afrontar.