Jugar, actividad humana muy importante; favorece desarrollo de nuestro cerebro social. Los niños a partir del juego comienzan a desarrollarse y vivir, mientras que los adultos, según los psicólogos, necesitan jugar alguna vez para distraerse, divertirse, emocionarse y aprender.
Las experiencias lúdicas infantiles, van moldeando futuras posibilidades laborales, personales, familiares, en la adultez, reafirman su personalidad. Promueve vínculos afectivos, consolida interrelaciones sociales, enseña a tolerar lo adverso, fortalecer el espíritu, fomentar el equilibrio emocional, una convivencia razonable y encuentros agradables a cualquier edad.
La cuarentena enfrenta a los adultos a diferentes retos, pero somos capaces de superarlos, porque tal vez algún día nos atrevimos a subir a una bicicleta o colocarnos en el lugar de otro cuando jugábamos a ser otra persona que era nuestro ídolo, imitábamos, nos disfrazábamos. Y mientras esto ocurría nuestro cerebro iba aprendiendo nuevas formas de hacer las cosas, de actuar de un modo determinado. Aprendíamos otras realidades sin darnos cuenta.
Los que somos padres, tíos, abuelos, padrinos, amigos, experimentamos la felicidad de los niños al jugar con ellos a las cartas, tirándonos al piso, inventando historias…; aunque a veces la tecnología no nos permita concentrarnos en esta actividad y divertirnos con ellos. Si intentamos apagar el televisor o el celular, podremos centrarnos en ese “juego”, creando un ambiente en el que se fomente comprensión y comunicación. Y si los guiamos en el juego los niños podrán mantener la atención de forma sostenida y potenciar su aprendizaje espontáneo, interactuar, ganar en autoestima, explorar, incrementar las relaciones sociales, controlar sus emociones y reconocer las ajenas, y a desarrollar la imaginación y la creatividad. Se tornan menos agresivos, más tolerantes y exitosos en las tareas escolares. Se animan a contar sus preocupaciones e inquietudes. Y así ¡cómo llegamos a conocerlos!
Como docentes también observamos que cuando el juego es parte de los espacios de aprendizaje, mejora el ambiente aúlico, cualquiera sea el área. Los estudiantes se inspiran, piensan, crean y recrean actividades favoreciendo la atención y la escucha activa, el seguimiento de instrucciones y el compromiso para cumplir reglas. Se introducen en el mundo del saber.
¿Pero qué ocurre con los adultos?.¿Nos animamos a jugar con la pareja, la familia, los compañeros de trabajo, los amigos, los niños?.¡Seguramente nos excusamos que no podemos por tener muchas cosas que hacer!. No olvidemos que el juego es una fuente de relajación y estimulación para cerebro y cuerpo; nos hace sentir vivos; nos enseña cómo gestionar y transformar nuestras emociones y experiencias negativas. Nos ayuda a aliviar el estrés y al conectarnos con los demás, hoy en tiempo de trabajos colaborativos, puede ayudarnos a hacer jornadas laborales más productivas y placenteras.
Parafraseando al Dr. Luis M. Labath (Asociación Educar): “¡Cuán importante es darse el permiso de recuperar la capacidad de jugar! ¡La alegría es siempre doble alegría y la pena, media pena, cuando es posible compartirla! ¡Jugar nos permite compartir y aprender con los otros!”
¿Qué tal si nos comparten cuáles era sus juegos favoritos?. Actualmente y en esta época de cuarentena, ¿han vuelto a jugar?.