Hoy en día, en las empresas y especialmente en las áreas de Sistemas o Software, se está utilizando el modelo de Metodologías Ágiles. Estas metodologías permiten a las organizaciones ser maleables y más flexibles a la hora de llevar a cabo proyectos para brindar las mejores soluciones a las necesidades que se deben hacer frente. El objetivo es optimizar los procesos y la productividad de los equipos, generar feedback fluido y constante y brindar mejores resultados. Algunas de las que se utilizan en el mercado internacional son SCRUM, KANBAN, LEAN. Pero, ¿qué pasa a nivel educativo? ¿Podríamos implementar estas tecnologías en las instituciones educativas?
En estos métodos de trabajo, todos los equipos trabajan de manera colaborativa, logrando estructuras más horizontales, que puedan auto-organizarse y donde personas de áreas diferentes colaboran de manera interdisciplinaria.
Este tipo de metodologías, en primera instancia busca de definir los objetivos, qué características tiene ese “producto” que se va a realizar y cuál es el alcance focalizándose en las necesidades a satisface. Una vez realizado este paso, el equipo trabajará de definiendo ciclos fijos de entregas llamados “Sprint”. Al finalizar cada sprint, se entregará un producto mínimo viable que será de bajo costo y complejidad cuyo objetivo es tener un feedback temprano del destinatario de ese proyecto. Se realizarán las pruebas correspondientes y a partir de dichos resultados surgirán cambios y mejoras a realizar. El equipo de trabajo, entonces, deberá definir cuáles son los nuevos objetivos, las nuevas características y manera de organizar el trabajo.
De esta manera, en poco tiempo se obtiene un producto rápido que satisface necesidades y en el cual se aplican las mejoras. Las Metodologías Ágiles, en consecuencia, al ser un método cíclico y repetitivo, el equipo de trabajo aprende rápidamente y puede corregir errores y aplicar mejoras en el siguiente ciclo sin tener que esperar a realizarlo al final del proceso como pasa con metodologías más clásicas o utilizadas previamente. La mejora continua del producto y de los procesos, la reducción de los riesgos y la optimización del tiempo y los costos, son los mayores beneficios de estas formas de trabajo.
¿Y en las instituciones educativas? ¿Será posible su aplicación? Actualmente, en el mundo educativo resuena el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP). Aprendizajes significativos a nivel personal, compartibles y con consignas que despierten la curiosidad de los alumnos. Proyectos dentro del aula como a nivel interareal, proyectos entre docentes y alumnos como entre docentes. Estas metodologías ágiles y cíclicas permiten utilizar en el mundo educativo estos modelos iterativos más similares a la vida real.
Mitchel Resnick , (2007) director del grupo Lifelong Kindergarten del laboratorio de medios del MIT, en un artículo de su colección ha publicado la manera en que los niños juegan y aprenden:
Recreando este “espiral de creatividad”, podemos lograr entonces proyectos más creativos, solucionar problemas rápidamente y mejorar continuamente. Tanto el trabajo en equipo de los docentes, como los proyectos que se originan dentro del aula pueden enriquecerse a través de estas metodologías, donde la linealidad de los procesos desaparece haciendo que no se desvíe el proceso de aprendizaje y no se reemplace la creación por el cumplimiento.
Pólya, resumió en tres grandes pasos cómo resolver un problema: PENSAR, HACER, MEJORAR (TMI por sus siglas en inglés: “think”, “make”, “improve”). En un primer momento, se planifica, se realizan brainstorming (lluvia de ideas) se determinan recursos, objetivos, se investiga, etc. A continuación, se juega, manipula, experimenta; se lleva a cabo el producto, ¡manos a la obra! Y por último, se obtiene el feedback, se analizan los errores y se hacen los ajustes y mejoras necesarios.
De esta manera, se incentiva a los equipos de trabajo para la innovación constante y la búsqueda de la construcción de los conocimientos. Asimismo, se produce un cambio de enfoque importantísimo con respecto al error. Temprano, valorado y celebrado, clave para el proceso y pensamiento creativo. Estos modelos iterativos, pregonan el error como la posibilidad de mejorar continuamente y en consecuencia, de aprender.